Suspiré en cuanto bajamos del taxi. Mi ropa ya olía a tabaco por culpa del estúpido taxista. María y Sandra no parecían darse cuenta del olor del coche, solo pensaban en toda la fila de innumerables personas que esperaban en la entrada de la discoteca con la ilusión de que los dejaran pasar. María avanzó entre la multitud como una felina mientras Sandra y yo la seguíamos.
Cuando estuvimos frente al enorme portero vestido con un traje de chaqueta negro, María le mostró las tres entradas para la zona V.I.P, y seguidamente le dijo su nombre y apellido. El amenazador hombre se volvió sumiso con tan solo oír el apellido, pues el padre de María era el dueño de las discotecas más lujosas de Sevilla, incluyendo aquella en la que estábamos apunto de adentrarnos.
En seguida, oímos murmurar algo al portero por un walky y apareció otro hombre vestido de negro que nos hizo señas con las manos para que le siguiéramos. Nos condujo por un pasillo negro como la boca de un lobo y escuchamos música a través de los muros. Cuando llegamos a la zona V.I.P se me iluminaron los ojos como cuando le das una piruleta a un niño pequeño. Las paredes negras decoradas con dibujos hechos por mí, que habían pintado en las paredes a tamaño real hacían del local un lugar que me resultaba íntimo a pesar de estar abarrotado de personas desconocidas. Las princesas disney-góticas que había dibujado me miraban con sus ojos sangrientos, cada una desde su respectiva zona de la pared. Los sillones que había en la sala eran de piel roja y arañados como si un gato rabioso hubiera saboteado el lugar. El techo lleno de luces y flashes que me aturdían estaban decorados con murciélagos colgando, telarañas e infinidad de rastros rojos imitando la sangre. Pero lo que más me gustó sin duda era la inconfundible canción que estaba sonando a todo volumen: Supermassive Black Hole, de Muse.
Miré a María con una sonrisa tan grande que casi me dolían las mejillas. Ella se acercó a mi oído y habló lo más alto que pudo para que me enterase.
-Sabía que te gustaría. Le dije a mi padre que la decorase así -gritó en mi oído luchando contra el volumen de la música y el barullo de la gente que bailaba.
Sin duda esa iba a ser una noche inolvidable. María nos agarró de la mano a Sandra y a mí y nos llevó hasta la barra. Yo pedí una Coca-Cola y ellas un Bacardi y un Mojito. Yo no bebía, y que esa noche fuera diferente no iba a cambiar mi actitud con respecto a las bebidas alcohólicas.
Cogí mi vaso y bebí un trago, pero enseguida tuve que soltarlo, pues María me arrastró hasta la pista de baile. Ella y Sandra comenzaron a contonearse y lanzarle miradas pícaras a un grupo de chicos que bailaban mientras las miraban embobados.
Dejé que mi cuerpo se moviera al ritmo de la música al igual que hicieron mis amigas. Me contoneé de un lado a otro moviendo la cintura de forma sensual y los chicos se me quedaron mirando. Seguí con mi baile sin hacerles caso y mientras me giraba me encontré un par de oscuros ojos que me observaban desde la barra. Durante unos segundos dejé de bailar, y comprobé que el joven de pelo despeinado me miraba con una sonrisa pícara, mientas permanecía solo y apoyado con total despreocupación en la barra.
Sacudí levemente la cabeza pues me había aturdido su mirada. Continué bailando, y de vez en cuando miraba al solitario chico de reojo, y él permanecía en la misma postura con sus ojos clavados en mí. Moví mi cuerpo con más sensualidad al sentirme observada por él. Era hermoso incluso a la oscuridad del lugar. Llevaba unos pantalones vaqueros rotos y una camisa negra que resaltaba su piel blanca. Lo único que no pude distinguir bien era el color de sus ojos, que eran oscuros. Su silueta alta y delgada sobresalía entre los demás. Sus rasgos se recortaban con las intermintentes luces, eran trazos perfectos y únicos, como los de un ángel. Su rostro me resultó familiar, tal vez era algún famoso que rondaba por la zona en busca de un lugar oscuro donde no ser reconocido. O tal vez me resutaba tan familiar por los dibujos de ángeles que tanto me gustaba mirar en internet.
El joven se llevó un vaso a la boca y tomó un trago de un líquido oscuro que no supe adivinar qué era. Abandonó su posición y se acercó hacia mí, caminando con elegancia entre la multitud, sin apenas rozarse con todos los que bailaban en la pista de baile, cosa que era casi imposible. Una vez estubo a mi lado me guiñó uno de sus ojos oscuros y pude verlo mejor. Su nariz era perfecta y sus labios finos y apetecibles. Su pelo dorado tenía destellos cobrizos que brillaban alborotados. Se paró durante un segundo, pero después dio dos pasos más y sonrió a Sandra. Suspiré. Debí suponer que alguien así no podía estar interesado en mí. Le vi hablando con ella y en seguida comenzaron a bailar. Aparté la mirada de ellos y me senté en un taburete que había frente a la barra. Pedí otra Coca-Cola y me la bebí entera de un trago. Vi a María acercarse a mí y se sentó a mi lado con una sonrisa.
-Sandra ya ha encontrado a su príncipe azul -gritó a mi oído. Yo me limité a asentir y le eché un vistazo a la pista de baile. Habían desaparecido.
-¿Dónde se han metido? -le pregunté a María. Ella se limitó a sonreír pícaramente y alzó una ceja. Enseguida comprendí el mensaje. Sandra lo había conseguido, otra vez.
Me levanté y busqué el baño con la mirada. Dos Coca-Cola de noche no eran una buena opción. En cuanto divisé el baño, me abrí paso entre la gente y dejé a María hablando con un grupo de chicos. Entré rápidamente y cerré la puerta. En cuanto hice mis necesidades, me acomodé la ropa y me miré al espejo. Claro está que el chico de antes no se iba a fijar en mí. Yo era pálida, pelirroja y con pecas. Apenas tenía pecho y era demasiado delgada, nigún chico buscaba a alguien como yo. Fue entonces cuando escuché un sonrido en el callejón. Eran voces, susurros de dos personas. Me asomé a la ventana que había y la abrí un poco. Se me hizo un nudo en el estómago al ver cómo Sandra le comía la boca al misterioso chico en el callejón trasero de la discoteca. A pesar de que lo intenté, no pude apartar la mirada, algo me impedía hacerlo. Ella se aferraba al hermoso cabello del joven con ansia, y casi no lo dejaba respirar.
El chico le besó el cuello y entonces lo vi. Sus ojos... eran rojos como el fuego. El nudo que anteriormente ocupaba mi estómago pasó a mi garganta, impidiéndome gritarle a Sandra que huyera.
Él mostró sus afilados y blancos dientes en una sonrisa traviesa. Di un traspiés y me caí al suelo, pero antes de caer, me dio tiempo a ver como el joven se alejaba de Sandra y miraba a todos lados. Me había escuchado. Tenía que huir de allí.
Le di una patada a la puerta del baño y salí despavorida, empujando a los desconocidos que bailaban tranquilamente sin saber el monstruo que había fuera en un callejón a punto de cometer un asesinato. Corrí lo más rápida que pude entre la multitud hasta que llegué al oscuro pasillo. Sin pararme, salí de la discoteca al exterior y vi a Sandra apoyada en la pared. Fui hacia ella y la abracé sin pensármelo dos veces.
-¡Oh Sandra, estás bien! -ella me miró confusa y yo me alejé un poco.
-Sí, ¿por qué no iba a estarlo? He pasado una noche perfecta, acabo de estar con un chico... -antes de dejarla terminar miré a todos lados. Él podía estar observándonos desde algún sitio.
-¿Dónde está él? -pregunté alertada.
-Se ha ido, escuchó algo en el callejón y se fue. Supongo que se asustó -asentí mientras la veía entrar de nuevo en la discoteca.
Tal vez fue imaginación mía, la oscuridad puede jugarnos malas pasadas. Pero esos ojos... parecían tan reales...
Sacudí la cabeza para despejarme y llamé a un taxi. Fuera lo que fuese lo que había visto, no quería volver a encontrármelo y lo que debía hacer era irme a mi casa y meterme bajo las cálidas mantas de mi cama.
Esta vez el taxista era un chico joven y que por suerte no fumaba. Fue muy amable durante todo el trayecto y estuvimos conversando sobre asuntos sin importancia. Me dejó justo en frente de mi casa y cuando fui a pagarle se negó.
-Esta vez invita la casa. Espero que volvamos a vernos -su sonrisa cálida casi me hizo derretirme en el lugar. Era un chico realmente guapo. Alto, musculoso, de piel morena, sonrisa perfecta con unos dientes blancos como perlas y el cabello negro, corto y algo despeinado, lo cuál me recordó al chico de la discoteca.
Le sonreí y le di un beso en la mejilla como agradecimiento. Troté hasta la puerta del edificio y la abrí con mis llaves. Subí las escaleras rápidamente para llegar cuanto antes a mi habitación.
Me quité la ropa y el maquillaje y me enfundé el cálido pijama. Sin darme cuenta, me desplomé en la cama entre las mantas y me quedé completamente dormida.
oooH!!! que bien!!! quiero el proximo porfi porfi porfi, me e quedado con ganas de mas...
ResponderEliminar¡Hola! Te he visto un par de fallitos casi imperceptibles. x)
ResponderEliminar-"...pero después dio dos pasos más y sonrio a Sandra." Te falta el acento en "sonrió".
-"Me asomé a la ventana que había y la abri un poco." Te falta el acento en "abrí".
Mira esta frase:
-"...acabo de estar con un chico... -antes de dejarla terminar miré a todos lados. Él podía estar observándonos desde algún sitio.
-¿Dónde está el chico? -pregunté alertada."
Repites en un breve espacio la palabra chico. Yo simplemente suprimiría "el chico" y lo dejaría tal cual. O lo sustituiría por "el joven, el muchacho, etc..."
Lo demás está perfecto. :) Espero con ansias el próximo capítulo. :D
xD Gracias por decírmelo, cuando escribo a veces se me pasan algunas faltas de ortografía :P
ResponderEliminarEl próximo capítulo os gustará aún más, ya verás :)
Besos!
me gusta mucho tu historia. Tienes muxo talento para escribir. Me has dejado intrigada por ver qué pasa en la siguiente. Espero el proximo capitulo. Un beso!!
ResponderEliminarAnsiosa por el próximo. Pero sigo sin poder evitar compararlo con crepúsculo, la descripción del chico es exactamente la de Edward! , aun asi me gusta :)
ResponderEliminarEstá genial!! 100% made by Inma XP
ResponderEliminarsigue así pequeña, llegarás lejos!!
Estoy deseando leer el siguiente.
Besitos wapa!